Un pichón de gaviota
que el oleaje
dejó
sobre la playa, ya sin vida…
una
paloma por el mar herida…
un
ángel desprovisto deplumaje.
Una
víctima más de la salvaje
raíz
que el hombre lleva adormecida
una
pequeña ave malherida,
con
la muerte como único equipaje.
¿Cómo
olvidar su cuerpo diminuto,
con
las olas rindiéndole tributo,
pidiéndole
perdón por lo que han hecho?
¿Cómo
eludir este dolor impreso,
en
la sangre, en la carne y en el hueso,
este
dolor que nos desgarra el pecho?
Pablo
Miquet
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