La propuesta de este espacio es difundir e intercambiar ideas y experiencias pedagógicas para la construcción de una cultura de paz
Todos somos parte de la amorosa energía que da vida a nuestro planeta…
Nuestras acciones como individuos nos liberan o nos condenan como sociedad.
Te invito a compartir este ideal de cultura de paz en cada pequeña elección de nuestra vida diaria.

Fraternalmente:
A. Z.
10 de febrero de 2011



“La cultura de paz es el pleno respeto a
la dignidad y a los derechos
individuales y colectivos de
las personas y de los pueblos.”

Rigoberta Menchú Tum



viernes, 21 de junio de 2013

El hada verde y los duendes del arco iris

Había una vez un pequeño pueblo, en una extensa llanura color esmeralda. Sus habitantes eran gente sencilla, alegre y solidaria, siempre dispuesta a reunirse para cantar, bailar y celebrar. Sobre la fértil manta a cuadros del paisaje los animales de granja se movían de un lugar a otro como manchas de colores.
Alrededor de la plaza principal, pintorescas casitas abrigaban los sueños de cada familia. Más allá estaba la fábrica de caramelos, un colorido edificio con dulce aroma frutal. Muchas personas del pueblo trabajaban allí.
Una mañana el cielo  oscureció en pleno día con un negro manto de noche sin luna. ¿Qué había sucedido? ¿Estaba oculto el sol tras oscuros nubarrones de tormenta? ¡No! ¡Era un gigante hambriento y gruñón! Primero, el temible ogro, comió todos los caramelos de la fábrica y después, a algunos animales de los campos cercanos. Cuando el gigante caminaba con sus pasos de trueno, dejaba huellas de miedo, muerte y destrucción. Algunas personas lograron escapar y encontrar asilo en tierras lejanas. Otras corrieron a encerrarse en sus hogares mientras el gigante dormía. Y algunos pocos comenzaron a pensar qué hacer para liberarse de este gran enemigo.
Un día llegó al pueblito una viuda con siete hijos. Tan pobre era la mujer y tantas las penurias que había pasado junto a sus pequeños, que no huyó ante la presencia amenazante del gigante dormido.
Una helada tarde de invierno, mientras la mamá  estaba aún trabajando, la niña más pequeña de los siete hermanos, que había caminado largas horas observando los senderos de las hormigas entre la hierba seca, se perdió en el monte. Cuando notó que ya  no recordaba el camino para regresar a su casa la pequeña lloró con una tristeza abismal. Sus lágrimas mojaron la tierra y bajo sus pies creció una florcita rojo carmín. Desde la rama más alta del árbol más alto, una lechuza blanca como la nieve observaba la escena con sus ojos ambarinos. En ese momento apareció entre los arbustos un joven hermoso, sus cabellos dorados iluminaban su mirada celeste y bondadosa. La niña dejó de llorar, sintió en su corazón una serena expectación y se quedó dormida. Cuando el príncipe miró a la lechuza, ella voló a buscar a Lila, el hada verde, que en sus sueños estaba creando canciones de pajaritos y pintando alas de mariposas.
Mientras tanto, todas las personas del pueblo se habían unido para buscar a la pequeña. Estuvo extraviada tres días. Al  amanecer de la tercera noche, el hada verde llegaba volando junto a la lechuza blanca. Desde arriba los campos se veían a cuadros verdosos y ocres y los caminos rurales parecían los senderos de las hormigas. Frente a las ruinas de la fábrica de caramelos el gigante dormía con su hedor pestilente de violencia y maldad. Entonces Lila cantó dulcemente y su voz cristalina llegó hasta el arco iris de los duendes, invocando su ayuda.
Los duendes del arco iris eran doce simpáticos enanitos que tenían poderes mágicos sobre el clima y los animales más feroces obedecían a sus palabras.
Lila se adentró en el monte y encontró a la pequeña dormida en el interior de una cueva, custodiada por los animales que vivían allí. El hada verde le dio un beso y en la frente de la niña  resplandeció una  estrella. La pequeña abrió los ojos y sonrió confiada al verla.
Un rayo partió en dos el cielo y el gigante se levantó gruñendo, con la intención de devorar a todo ser que encontrara. Rápidamente los duendes comenzaron a cantar y a bailar una rítmica  y graciosa melodía. Se formó una nube gris sobre la cabeza del gigante y comenzaron a llover piedras sobre él. Una serpiente verde salió entre el pastizal y le mordió el pie derecho. El gigante huyó desconcertado  con la tormenta que lo seguía hasta perderse en el horizonte.  
Los pobladores habían llegado hasta la pequeña niña, siguiendo el vuelo de la lechuza blanca, y también atraídos por  la canción del hada.
Un bellísimo arco iris iluminó el cielo cuando la madre abrazó a sus hijos. La pequeña niña sonreía feliz; un pajarito se posó en su hombro y le susurró un secreto.
La niña corrió hasta llegar al otro lado del arco iris seguida por todas las personas del pueblo. Allí encontraron un cofre lleno de monedas de oro. Desde entonces vivieron felices y en paz: siempre cantando, bailando y celebrando la vida.


                                                                                     © Alma Zolar

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El dolor crece bajo un cielo triste y sombrío.
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Luz

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A. Z.